Se trata de un libro sugerente, desafiante, que no es fácil de contar cuando estamos hablando de balances de situaciones son contemporáneos, donde, además, todos hemos estado, de alguna manera involucrados desde distintos lugares de esas experiencias, por lo tanto, es un libro muy valiente porque asume un debate sobre temas que son los de hoy.
En ese sentido, Maristella nos plantea que hacer un balance de los gobiernos progresistas, significa primero hacer un abuso de esa categoría, porque allí se ven un montón de cuestiones que tienen una variedad de procesos con distintos matices y características muy disímiles. En el progresismo hay desde la tercera vía, hasta cuestiones emancipatorias, pasando por diferentes variables. Nos dice también que el ciclo progresista que emerge en el año 2000 tiene que ver con el protagonismo de los movimientos sociales, con la crisis de las representaciones y los partidos nacionales, con el cuestionamiento al neoliberalismo y con la legitimidad que van adquiriendo a partir de ese período con discursos más radicalizados.
En este proceso, plantea, se da la disputa entre distintas narrativas, la populista desarrollista y la ideología y ecologista, y con el correr del tiempo ella observa la consolidación de los planteos populistas que van desplazando a los otros contenidos o matrices del pensamiento contestatario en América Latina.
Dice que la consolidación es posible en el marco del consenso de las commodities, el boom de los productos que América Latina coloca en el mundo, y que eso, además planteó una tensión profunda en términos de la relación sociedad-naturaleza, que abrió un momento muy importante de conflictividad socio ambiental, y que, en esa disputa, los populismos confrontaron sobre la base de argumentar la importancia del crecimiento, de la inclusión de las políticas sociales y de la ampliación del consumo.
Planteos que se agotan sobre la base de factores internos y externos, se produce la polarización económica, la concentración del poder político, la corrupción y plantea que, en ese marco, hay un giro conservador, en las experiencias de la región que, en algunos casos se da por vía electoral, como en Argentina, y en otros casos por situaciones que implican conspiraciones de las clases dominantes, vimos el caso de Honduras, de Paraguay o Brasil. Un giro conservador que amplía las políticas de ajuste en favor de los sectores más concentrados, que vuelve a poner en escena la criminalización de la protesta, pero al mismo tiempo que se conecta con un mundo donde los cuestionamientos a la globalización neoliberal, en lugar de aparecer por canales con políticas más igualitaria, aparecen asociados a derechas nacionalistas, xenófobas, el estilo de Trump.
Los progresismos le asestaron un duro golpe a las izquierdas, y bien hay agotamiento el principio, Svampa da por consolidado los procesos que emergen en experiencias de nuevas derechas, y, a la hora de explicar los problemas por los que asiste al final de estos gobiernos, plantea la disolución, la ruptura de estas gestiones con los movimientos sociales que en su avance habían abierto la posibilidad de estos gobiernos progresistas, el cambio en el ciclo internacional y la ausencia de cambio en la matriz productiva dentro de la región, los límites del proceso integrador y el papel que cumple el papel de una potencia como China y sus efectos en la región.
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Yo creo que hay una crisis en la izquierda, sin embargo, en América Latina hay presente otras narrativas desde las cuales reconstruir las izquierdas. Y esas narrativas tienen mucho que ver con el pensamiento idealista y ecologista, y por la dimensión de las luchas. Y están en el avance de movimientos sociales más o menos marginales, que adhieren el proceso del buen vivir, el derecho a la naturaleza, de justicia ambiental.
Me llama la atención que gran parte de los movimientos antiglobalización que hoy tienen presencia en Europa toman esa gramática latinoamericana y no es poca cosa. Esa gramática política que permite dar otra mirada de las relaciones sociales y la racionalidad ambiental que implica una nueva relación con la naturaleza está muy presente y es parte del lenguaje innovador que hoy atraviesan a esos movimientos antiglobalización en el contexto europeo. No todo está perdido, hoy más que nunca tenemos la necesidad de pensar esa articulación entre distintas narrativas políticas pese a que la experiencia reciente que tenemos no ha sido de lo más feliz, pero quizás sea uno de los pocos caminos que nos queda como izquierda. Y si hay una posible debe ser una izquierda plural que vaya más allá del horizonte clasista, anti patriarcal y ecologista.